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Resumen de Identidad y naturaleza humana desde una perspectiva neuroteológica fundamental

Montserrat Escribano Cárcel

  • Las neurociencias se presentan como un campo de investigación capaz de revolucionar el pensamiento actual. Su influencia es tal que se deja sentir en todos los saberes y disciplinas. Al mismo tiempo están dando paso a nuevas disciplinas que antes resultaban poco probables. Entre otras ha surgido la neuropolítica, la neuroeducación, la neuroética y también la neuroteología. Esta última disciplina intenta combinar los resultados que las neurociencias aportan acerca del funcionamiento de nuestro sistema nervioso con el conocimiento teológico contextual surgido tras el Concilio Vaticano II. Una de sus áreas de interés es la posibilidad de describir neurocientíficamente aquello que es la conciencia, las experiencias religiosas y nuestra capacidad de trascendencia. En estos momentos, el intento de las neurociencias por descifrar lo que sucede en nuestro interior está precipitando un modo de conocimiento centrado en el cerebro. El resultado es que asistimos a un saber a menudo cerebralizado. Esto significa que las neurociencias son un conocimiento construido desde una perspectiva neurobiológica de lo humano. Pero, a pesar de la novedad y especificidad que presentan las neurociencias, se comprenden aún desde modelos antiguos que han atravesado toda la historia. Entonces, por una parte la descripción que dibujamos sobre nosotros y nosotras mismas se construye sobre modelos epistémicos centrados, casi de modo exclusivo, en aquello que sucede en el cerebro, y por otro lado, la perspectiva neurobiológica recurre, una y otra vez, a criterios jerárquicos y dualistas para describir al ser humano. Gracias a las técnicas de neuroimagen estamos en disposición de comprender con mayor precisión qué sucede en nuestro interior mientras realizamos algunas de las funciones más complejas, como son las experiencias religiosas o el tener conciencia de nosotros y nosotras mismas. Estas técnicas están dando paso a aplicaciones médicas y farmacológicas que transforman el modo en cómo concebíamos muchas enfermedades y trastornos mentales. Los avances médicos y tecnológicos están siendo muy notables. Sin embargo, las dificultades se presentan cuando este modo de ver nuestro interior se concibe como sinónimo de conocer. A menudo, los datos digitalizados obtenidos a partir de complejas técnicas de escaneado se convierten en el modo de clasificar a las personas. Aparecen así categorías que tipifican a las personas como normales, saludables, depresivos o violentos. Esta tipificación resulta de la estandarización de imágenes que son legitimadas por el conocimiento neurocientífico. Entonces a partir de la digitalización de un tiempo y un espacio minúsculo de nuestro cerebro se pretende describir tipos naturales de personas. Las neuroimágenes sumadas a la inmensa cantidad de datos que genera la digitalización de nuestras vidas dan como consecuencia un nuevo modo de revelar nuestra vida psíquica. Las neurociencias, en su intento por precisar y describir lo que sucede desde ese nivel nanomolecular ensayan también definiciones de quiénes somos. De este modo, las descripciones biológicas generan descripciones ontológicas. Es decir, las neurociencias no solo ofrecen taxonomías aproximadas de lo que sucede en nuestros cerebros, sino que se clasifican la totalidad de la condición humana. Por lo que, este modo epistemológico a partir de un acceso nanométrico no puede suponer una descripción total de quiénes somos. La propuesta de esta tesis es que el conocimiento de otras disciplinas, como es la neuroteología fundamental, aportan una comprensión disruptiva de este modo hegemónico de describir la condición humana, tanto en su dimensión personal como social y política. El empeño de las neurociencias por mensurar y cuantificar aquello que sucede en el cerebro precisa de una reflexión mucho más amplia. La neuroteología fundamental recuerda a las neurociencias que no son disciplinas solitarias, sino que gozan de un carácter transdiciplinar. Es esta cualidad la que señala a la neuroteología fundamental como una disciplina capaz de ofrecer un conocimiento distinto frente a la visión ontológica y cerebralizada que presentan las neurociencias. Cualquier disciplina que esté acompañada por el término neuro goza de aparente legitimidad y autoridad científica. La influencia de este conocimiento ha saltado los límites científicos y médicos donde fue gestado, y desde comienzos del siglo XXI se ha asentando en la opinión pública. El resultado es que asistimos a una neurocultura y, cada vez más, nuestra realidad es entendida desde criterios neurobiológicos. La neuroteología fundamental dispone de sus propias metodologías, lenguajes y retóricas que ofrecen una comprensión alejada de este neurodeterminismo que parece estar imponiéndose. Ante esta hegemonía del conocimiento neurobiológico, la neuroteología propone estudiar distintas teologías contextuales como son las teologías de la liberación, las teologías feministas, las teologías del cuerpo, las teologías queer y las teologías post-coloniales precisamente por su capacidad de situar, contextualizar y examinar políticamente la condición humana. Estas disciplinas ofrecen a la neuroteología fundamental la posibilidad de ser un conocimiento creativo y profético. Su objetivo ético es alertar de posibles violencias epistémicas que generan un modo de describir lo humano a partir de criterios jerárquicos y dualistas, pero más aún la neuroteología fundamental es fuente de una racionalidad disruptiva que, de modo humilde, recuerda la presencia de la neurodiversidad que se da en nuestra condición humana.


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