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Resumen de La crisis civilizadora e ilustrada de las bases democráticas de la justicia política: una alternativa

Carlos Patricio Raúl Dorn Garrido

  • La investigación examina la crisis a la que están sometidas las bases de moralidad pública, que sostienen a los principios democráticos de justicia política. La hipótesis de investigación es la siguiente: ¿Es posible afirmar que la crisis de las bases democráticas de la justicia política es un cuestionamiento a los fundamentos de autoridad de las razones del contrato político democrático, que comunican los valores libertad e igualdad del individuo, concebido como personal moral, a la categoría política de ciudadano democrático libre e igual¿. La crisis es civilizadora e ilustrada porque ataca, nada más ni menos, a los cimientos de una moral pública de raíz humanista, que bebe de las intuiciones morales civilizadoras, del pensamiento clásico griego, en cuya virtud atribuyen a la razón la capacidad para formar un sentido de moralidad y justicia, que es posesión común entre los hombres. Esta creencia y confianza en la capacidad del hombre para la moralidad y justicia, recogida en mitos, poemas y luego en el pensamiento racional de la Ilustración griega, es reformulada por el humanismo de la Ilustración moderna. Así pues, el sentido para la moral y justicia, común a los hombres debido a su carácter racional, debe ocupar el lugar de centro estable de impulsión político del progreso social. Este planteamiento representa la tesis del capítulo primero. Se trata de una progresiva erosión de los vínculos de amistad cívica, la que es producto de la sustitución de la razón moral ilustrada, por otra basada en el predominio de los criterios de la razón teorética de la ciencia económica. La razón científico-económica ocupa el lugar del centro de impulsión político del proceso social, que transcurre dentro de un discurso escorado hacia la minusvaloración de los criterios de corrección y justicia del contractualismo moral ilustrado. Son tildados de consideraciones ajenas y extrañas al dominio de la razón, meras especulaciones y delirios de la razón. El giro de la razón política al universo delimitado del método científico de la economía significa, consecuencialmente, la negación del carácter legislativo de la razón práctica. Simplemente, porque los criterios de corrección y justicia son preocupaciones, que escaparían al escrutinio público y objetivo garantizado por los criterios del método científico de las ciencias naturales, de la física, o de lenguaje lógico-formal de las matemáticas. Dicho así, el progreso social solamente sería susceptible de evaluación cuantitativa, superponiéndose el progreso material a cualquier consideración cualitativa concerniente a la moralidad y justicia de las relaciones conciudadanas al interior de la sociedad. Lo anterior sería la consecuencia de expulsar del universo de las capacidades intelectuales de la razón, al sentido de moralidad y de justicia. La razón queda limitada al papel de mera administradora del conocimiento proporcionado por la razón teorética, de la mano del método de las ciencias duras, que debidamente generalizado adopta el carácter de leyes universales de la ciencia, y por extensión, leyes de la razón. Éste estado de cosas asume la forma de antítesis que es objeto del capítulo segundo. Por último, se estudian y comentan los aspectos fundamentales del pensamiento de Rawls, especialmente, su noción de Razón pública. La que sirve de punto de Arquímedes para resolver las tensiones domésticas de las sociedades, y los pueblos entre sí, respecto a los intereses de justicia y los relativos a la obtención de ventajas y utilidades. De ese modo, Rawls aparece como una alternativa para conciliar la justicia y la utilidad (siguiendo a Rousseau), de manera de transformar la Razón pública en un vaso comunicante entre la cualidad moral pública de las sociedades domésticas, y las relaciones entre los pueblos, a fin de producir una sinergia que conduzca a las sociedades y los pueblos en la senda civilizadora de la razón. De ese modo, la razón pública de Rawls coincide con las ideas centrales de la Grecia clásica, de fundar las bases morales de la sociedad en base al diálogo racional y el acuerdo político en una idea de bien común idónea para una concepción de justicia que estimule la unión social conforme a los vínculos de amistad cívica. Así como, también, comparten la preocupación al peligro de erigir como faro civilizador, en la primacía de las técnicas instrumentales del progreso material. Siendo ésta reflexión objeto del capítulo final (síntesis).


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