El conocimiento científico del siglo 21 nos aporta los argumentos y herramientas más efectivos necesarios para educar las habilidades emocionales y sociales, tanto en la infancia como en la adultez. Por tanto, educar las emociones en Europa no es una utopía para el futuro sino una realidad que ya está ocurriendo en muchas escuelas y que necesita ser extendida al mundo adulto y profesional a través de la voluntad política y social.
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