El sufrimiento de los israelíes y el de los gazatíes nos interpelan, porque nos recuerdan algo muy enraizado en nuestra condición: que no hay nada más humano que el dolor, porque es algo que todos compartimos y en lo que nos reconocemos como semejantes. Por eso, no hay incoherencia ninguna en sostener, que el ataque terrorista de Hamás fue despreciable y que Israel tiene el derecho a defenderse, pero también, a la vez, que la muerte y el sufrimiento de decenas de miles de gazatíes inocentes es insoportable y se funda en nuestra común humanidad. Condenamos a Hamás y señalamos que esta espiral de sufrimiento y muertes en Gaza debe parar.
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