SOBRE EL ORIGEN DEL LENGUAJE

Vol. 9 / enero2023
RESEÑA. Autor: Antonio López Fonseca

Vales, José C., Enseñar a hablar a un monstruo. Sobre el origen del lenguaje, de las lenguas y de la escritura, Barcelona, Destino, 2022, 373 pp. (ISBN: 978-84-233-6189-2).

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Cubierta Enseñar a hablar a un monstruoProbablemente sea cosa sabida que en lengua española la producción y el fondo bibliográfico dedicado a divulgación o alta divulgación no es acorde al extraordinario disponible en ciencias humanas. Por ello, las elaboraciones divulgativas, más si son generales, pueden llegar a ejercer entre los especialistas notable interés. Es el caso, todo parece indicar, del libro de Vales.

Es una obviedad que la mayoría de las especies con las que compartimos planeta se comunican de alguna forma, si bien no es menos cierto que ninguna cuenta con algo que se pueda asemejar al lenguaje de los humanos. El simple intento de definir qué es el lenguaje puede resultar tarea ciclópea, y ello, entre múltiples razones, porque se basa en expresiones transitorias, no es estacionario, sino que cambia con el tiempo de manera gradual, es de una flexibilidad paradigmática y se ajusta siempre a las necesidades de los hablantes. Pues bien, ese lenguaje, tan complejo, es lo que nos hace únicos, lo que nos permite interactuar y nos habilita para hablar de lo que ya pasó, está pasando o intuimos que puede pasar, y para transmitir conocimiento. Sin embargo, a pesar de su vital importancia, sabemos poco sobre cómo surgió entre los seres humanos, por más que haya sido motivo de discusiones académicas desde hace mucho tiempo. No hay consenso sobre su origen, su edad, sobre si se originó en un punto o en varios simultáneamente. Como no contamos con pruebas directas, a los estudiosos no les resta más que plantear hipótesis e inferencias a partir de todo tipo de pruebas, como la propia evolución humana, los restos arqueológicos, la múltiple diversidad lingüística contemporánea, los estudios de adquisición lingüística, la comparación entre el lenguaje humano y los sistemas de comunicación de otros animales, etc. Parece que la única certeza es que el origen del lenguaje está ligado al origen del comportamiento humano moderno, pero ¿qué implicaciones y direccionalidad tiene esa conexión?

El hecho de que sea lo que nos distingue de los demás animales ha hecho que se cuenten por decenas las opiniones de filósofos y ensayistas sobre la cuestión, así como los textos de muy diversas religiones, empeñados en descubrir (nada menos) quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Este siglo XXI que avanza con paso presto ha supuesto un radical cambio pues, tras la revolución de la Genética y la Neurología, ahora ya no solo se emiten meras “opiniones”, sino que asistimos al planteamiento de hipótesis científicas con contrastación empírica, también desde el ámbito de la Lingüística. Por citar solo algunos de los trabajos publicados en los últimos años en nuestro país, recordemos el libro de Antonio Benítez Burraco y Lluís Barceló-Coblijn, El origen del lenguaje (Madrid, Síntesis, 2015), que se ocupa del origen de nuestra capacidad para comunicar los pensamientos que somos capaces de generar desde un enfoque multidisciplinar; o el del físico y lingüista sueco Sverker Johansson, En busca del origen del lenguaje. Dónde, cuándo y por qué el ser humano empezó a hablar (Barcelona, Ariel, 2021 –original de 2019–), quien, a partir de las investigaciones más recientes en disciplinas como la biología evolutiva, la primatología, la neurociencia o la antropología social, presenta las principales teorías sobre cómo y por qué los humanos comenzaron a hablar, para lo cual explora la evolución histórica de las lenguas desde una perspectiva darwiniana, cuestiona las ideas de Chomsky y otros lingüistas reconocidos, compara las habilidades comunicativas de las personas y los animales y aborda los rasgos característicos de las lenguas modernas; o, por último, el recentísimo trabajo de Miguel Ángel Betancourt Suárez, Develando el origen del lenguaje en los humanos (Madrid, Letrame, 2022), autor que nos sorprende con los resultados obtenidos en su investigación, complementados con los conocimientos adquiridos en su experiencia como médico cirujano otorrinolaringólogo, sobre cómo empezaron los humanos a articular el lenguaje para poder expresar sus emociones, abstracciones, sentimientos, etc., y ofrece una panorámica sobre los cambios evolutivos que llevaron a la conocida como “revolución cognitiva”.

Al decir del evangelista Juan (Ioh. 1, 1), In principio erat uerbum. ¿Cuál es ese “principio”? Hablar del principio nos lleva al “origen” (del latín origo originis, sustantivo derivado del verbo orior, que significa “levantarse, salir del lecho, surgir, aparecer, salir”). Y esa es la gran pregunta: ¿cómo (y cuándo) se originó el lenguaje? ¿Puede que fuera un solo protolenguaje que evolucionó lentamente y fue llevado a diferentes partes del mundo, como demostraría la existencia de palabras similares en idiomas completamente diferentes? ¿Pudo ser poligenético? ¿Es un rasgo ínsito en el homo sapiens o responde a un aprendizaje cultural? ¿Cómo nacieron las lenguas y por qué no paran de evolucionar y de disgregarse? ¿Cuándo se produce la consignación por escrito? Muchas, demasiadas preguntas sin resolver que habitan las páginas de esta indagación literaria sobre el gran misterio que nos hace humanos, el lenguaje, debida al novelista, traductor y profesor de lingüística José Calles Vales.

El autor, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y especializado posteriormente en filosofía y estética de la literatura romántica en Madrid, ganó el premio Nadal en 2015, y con este su primer libro de no ficción hace una incursión en el ensayo divulgativo mediante un planteamiento narrativo en el que propone un viaje al origen del lenguaje, sí, pero también a la evolución y diversificación de las lenguas y al milagro de la escritura. En cuanto ensayo como género que explora, analiza e interpreta un tema, como lugar de la duda y de cuestionamiento, está construido con múltiples preguntas y reflexiones a través de las cuales se recogen las diferentes teorías que intentan explicar por qué estamos dotados de lenguaje, cómo evolucionó y de qué forma empezó a consignarse por escrito. A partir de la premisa de que una de las características determinantes de la humanidad es el lenguaje, de que cualesquiera sociedades que hayan existido han contado con este recurso de la civilización, el autor nos conduce en este apasionante viaje cuyo paisaje está iluminado por su experiencia como docente en el ámbito de la lingüística y la literatura. Pero no es un libro como los antes citados, no se trata de un manual universitario ni de un ensayo “convencional”, sino que es antes bien una colección de observaciones y apuntes lingüísticos en torno a la facultad humana del lenguaje, razón por la cual no se detiene en exceso en aquellas teorías accesibles en libros al uso, sino que transita por caminos secundarios en los que dialoga con ensayistas, eruditos heterodoxos, teóricos postergados e incluso teorías discutibles. No pretendamos, pues, tanto encontrar respuestas a preguntas que no las tienen (todavía) cuanto vernos interpelados por preguntas formuladas desde una nueva perspectiva que nos interrogan sobre la irrefrenable locuacidad humana, sobre el deseo incontrolable e ineluctable de comunicarnos los unos con los otros (y no siempre con la verdad), preguntas que, tal vez, nos permitan abordar las cuestiones lingüísticas y literarias desde otra óptica (¿más racional?). La amena lectura del libro nos permite curiosear, fisgonear, husmear, ir en pos de las huellas que remontan hasta los comienzos, esos comienzos que siempre están demasiado lejos.

El peculiar volumen se estructura en tres partes que se ocupan de los tres grandes problemas abordados, a saber, el origen del lenguaje (I. Alaridos gramaticales, pp.19-104), la diversidad de lenguas (II. La maldición de Babel, pp.105-236) y la escritura y el origen de las letras y los alfabetos (III. Sagradas escrituras, pp.237-314). Antes de abordar la primera cuestión, dos breves apartados nos ponen en antecedentes e invitan a la lectura: “Marginalia. Nota del autor” (pp.9-14), toda una declaración de intenciones (“No hay, me parece, objeto más digno de ser tratado que el lenguaje, porque fue el lenguaje el que hizo al hombre y está, como decía Charles Bally, al servicio de la vida”, p.13), y “Preliminares con Marilyn. ‘I’m feeling much better, thank you’” (pp.15-18), que incide, a partir de esa frase de Marilyn Monroe a la salida del hospital, en que, habida cuenta del milagro de la evolución que supone el acto comunicativo, “a la extraordinaria complejidad del hecho comunicativo hay que añadir la extraordinaria complejidad del pensamiento humano” (p.18).

Ahora sí, comienza la indagación sobre los primeros “alaridos”. La primera parte se estructura en doce apartados de títulos absolutamente sugerentes e, incluso, turbadores que no puedo dejar de recoger aquí: 1.El misterioso caso del origen del lenguaje; 2.Bow-bow, Pooh-pooh y Yo-he-ho; 3. Jane Austen, Chomsky y un marciano filólogo; 4.¿Un big bang lingüístico?; 5.¿Por qué brillan las estrellas?; 6.Una lengua sin números ni colores; 7.El enigma número 6; 8.El gen FoxP2 y otras hipótesis sobre el nacimiento del lenguaje; 9.El amante loco que escribió un poema didáctico; 10.Rousseau y el lenguaje del amor; 11.Cómo aprenden a hablar los monstruos; y 12.La cabeza parlante. Los científicos del campo de la psicología cognitiva afirman que la forma en que se originó el lenguaje puede que sea al problema científico más atractivo y difícil, y a él se han ocupado estudiosos como Noam Chomsky, Steven Pinker o su discípulo Paul Bloom, que nos permiten intuir que las “lenguas primigenias” posiblemente no fueron otra cosa que gruñidos, alaridos o gritos, mientras que otros como Max Müller negaban un único principio radical en la adquisición del lenguaje y llegaron a exponer algunas teorías extraordinarias sobre su origen, como la Bow-bow, u onomatopéyica, y la Pooh-pooh, o interjeccional, según las cuales el origen estaría en la imitación de los sonidos o en las interjecciones voluntarias, respectivamente. La aparición del lenguaje en los humanos se ha retrasado hasta el Paleolítico superior porque en el arte rupestre hay símbolos que parecen remitir a conceptos (puntos, manos, rayas, dibujos figurativos) que se relacionarían con ideas lingüísticas. Sea lo que fuere, las características de determinadas lenguas desmienten la idea de una gramática universal, según Daniel Everett, y demuestran que la lingüística no es un “subapartado” de la psicología o la neurociencia, sino de la antropología. Y así se llega a las investigaciones en torno al gen FoxP2, catalogado como necesario en la capacidad lingüística humana. Es decir, el problema del origen del lenguaje se ha afrontado desde las perspectivas combinadas de la neurociencia, la fisiología, la antropología, la medicina e, incluso, la filosofía, y lo que se hace a partir del apartado noveno es revisar cómo se entendió el prodigio del lenguaje en la Antigüedad, el Medievo, el Siglo de las Luces y en el Romanticismo, todo ello de la mano de Lucrecio, Locke, Rousseau y Mary Shelley, para terminar con la aventura de las cabezas parlantes de don Quijote.

La segunda parte nos conduce por la diversidad de lenguas a través de un total de diecisiete apartados: 1.Babel; 2.San Isidoro; 3.Las primeras lenguas según Pedro Mexía; 4.Las lenguas perfectas y el padre Feijoo; 5.Taxonomía lingüística; 6.Los hijos de Sem y la lengua de Jesús de Nazaret; 7.La excelente lengua de los árabes; 8.Indoeuropeos; 9.Shangri-La y otras extravagancias lingüísticas; 10.Prohibido hablar del origen de las lenguas; 11.El peregrino refunfuñón y el vasco; 12.Vascoiberismo ilustrado. Filólogos estrafalarios y párrocos furibundos; 13.El queso y las lenguas romances; 14.Las palabras esenciales y la teoría de Swadesh; 15.Etimología popular; 16.Breve catálogo de lenguas hermanas, primas, sobrinas y nietas; y 17.Silba, que no te entiendo. El recorrido se inicia aquí en el castigo o maldición referido en el Génesis a propósito de la diversidad de lenguas (¿por qué habría de ser tan desastrosa la multitud de lenguas?) y en el hecho de que, como ya sabía san Isidoro, las lenguas nacen en las sociedades y se utilizan para formar pueblos. Es en el Renacimiento español cuando surge la figura de Pedro Mexía y su obra Silva de varia lección, y posteriormente llegará el padre Benito Jerónimo Feijoo, otro gran desconocido en nuestra cultura, que escribió sobre el paralelo existente entre las lenguas castellana y francesa para abordar la cuestión de la superioridad de unas lenguas sobre otras. Se llega así a la mitad del pasado siglo XX, fecha en que, cuando los paleolingüistas parecían darse por vencidos, se avanzó sobremanera en el mapa genealógico de las lenguas del mundo, y se profundizó en el estudio de las lenguas semíticas e indoeuropeas. Nuestro autor también dedica unas páginas a lo que denomina “extravagancias lingüísticas” y a los grupos de lenguas excéntricos, como las del sureste asiático, lo que le lleva a hablar de que, aun dentro de la extrema diversidad, “las lenguas son un rasgo inseparable de la comunidad humana y […] no ha habido jamás y no hay actualmente ninguna comunidad humana que no haya tenido una lengua” (p.157). Surge así un concepto organicista de la cuestión derivado de la idea de las lenguas como entidades vivas, aunque se matiza que las lenguas están vivas, sí, pero precisamente para afirmar su carácter cambiante. A continuación, a propósito de las peregrinaciones a Santiago, autores como Aymeric Picaud hablaron de los pueblos, costumbres, monumentos, riquezas y miserias de los lugares por los que se pasa en el camino hacia Santiago y comentaron las lenguas que hablaban quienes moraban en los agrestes territorios hispanos, como el vasco y, por supuesto, las lenguas romances. Para finalizar la segunda parte, Vales nos acerca a la glotocronología, técnica que sirve para establecer el momento en que varias lenguas emparentadas se separaron de una lengua común, así como de las etimologías populares, además de catalogar las lenguas entroncadas “familiarmente”, para concluir con un modo de comunicación propio de las islas Canarias fundamentado en el silbo (algo que no es exclusivo de esta zona, pues se tiene constancia del uso de este recurso, a veces combinado con lenguas orales, en México, Birmania, Nepal o Papúa Nueva Guinea).

Por último, la tercera parte se adentra en el misterioso origen de la escritura a través de ocho apartados: 1.Milagros de las lenguas y las letras; 2.El cerebro humano antes de la escritura cuneiforme; 3.Champollion y la escritura jeroglífica; 4.La esotérica vida de los signos; 5.Sagradas escrituras; 6.Elio Antonio de Nebrija y el negocio de la gramática; 7.Voy a hablar de la letra q; y 8.Caligrafía nacional e industrial. Se analizan ahora las enormes consecuencias que tuvo la alfabetización en la lengua, en los hablantes y en la sociedad en su conjunto, para lo cual se nos remonta a los trazos originarios que acabaron deviniendo en escrituras alfabéticas, pasando, entre otras, por la escritura jeroglífica. El tremendo poder de las letras y su misteriosa capacidad para representar sonidos, e iluminar en nuestro cerebro las imágenes con las que razonamos, vinculó el hallazgo con las divinidades, los pueblos elegidos por Dios y, por supuesto, con las religiones del Libro. La consecuencia del desarrollo de la escritura no podía ser otra que el advenimiento de la gramática, lo que se ejemplifica en la figura de Nebrija. Termina esta parte con un capítulo dedicado al discurso de ingreso en la Real Academia Española, el 15 de febrero de 1987, del filólogo Gregorio Salvador, dedicado a examinar la letra “q” (sillón que le correspondía), y otro que se ocupa de cómo, una vez que las sociedades dominaron la escritura, se empeñaron en su embellecimiento.

El volumen se abrocha con un “Colofón. Palabras, palabras, palabras” (pp.315-323) que cierra lo que el autor denomina “colección de apuntes sobre las teorías relativas a la adquisición del lenguaje, la multiplicidad de las lenguas y sus variopintas representaciones” (p.315) y tres apéndices. El primero de ellos está dedicado a las notas (pp.325-354), que aparecen agrupadas y organizadas por capítulos tras el desarrollo del ensayo, lo cual no deja de ser una incomodidad para el lector más curioso (pues las notas son interesantísimas y muy enriquecedoras), por más que con ello se pretenda facilitar la lectura; el segundo a la bibliografía (pp.355-366), selectiva, útil y representativa; y, por último, un siempre provechoso índice onomástico y analítico (pp.367-373) que facilita las búsquedas temáticas.

Hecho el recorrido, comprobamos la eficiencia narrativa del conjunto del libro. Y solo nos queda, si acaso, referir algunas ausencias, entre otras, que no hemos encontrado referidas o desarrolladas. Entre ellas, la ausencia de algunos ensayos filosóficos importantes sobre el lenguaje, como por ejemplo el de Jaspers; la no valoración de ciertos estudios de primer orden sobre la escritura, así la obra de Gelb; alguna posible aproximación acerca del aprovechamiento de la obra de Hervás por parte de Humboldt, cada vez más de manifiesto; la importancia general de la llamada lingüística misionera; el fracaso ya manifiesto de la lingüística transformatoria y las responsabilidades subsiguientes por ella contraídas durante largas décadas del siglo XX y la expulsión de la Retórica tradicional, que sí enseñaba a hablar y escribir a nuestros alumnos; o, por no alargar, ya que no se trata de recriminaciones sino opiniones o sugerencias, la omisión de la polémica acerca del lenguaje suscitada en la Estética de Croce a partir de la obra de Steinthal.

El libro de Vales es de lectura muy amena, atractiva, sugerente; presenta de forma didáctica, desnuda de tecnicismos innecesarios, una introducción al apasionante mundo de la comunicación humana. El mundo que vivimos es representativo, simbólico, se configura como una narración y así adquirimos el conocimiento: descubrimos el mundo contándolo y las palabras ordenan el mundo. Lo único (casi) sobre lo que sí tenemos certeza es que todo es hablar y escribir, como si el género humano hubiese enloquecido con el deseo de decirlo todo –incluso lo indecible–. Como dice el autor, ¡nunca nos callamos!


CITA BIBLIOGRÁFICA: A. López Fonseca, «Sobre el origen del lenguaje», Recensión, vol. 9 (enero-junio 2023) [Enlace: https://revistarecension.com/2023/02/07/sobre-el-origen-del-lenguaje/ ]