Numerosos casos de corrupción surgidos durante los últimos años en la política española se encuentran bailando en la peligrosa frontera de la complacencia, cuando deberían ser tratados por la opinión pública y la publicada como escándalos notorios. Este hecho puede alentar la peligrosa sospecha de que "todos los políticos son iguales", con las penosas consecuencias que ello puede traer para el sistema de convivencia y para el correcto desarrollo de la democracia.
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